Riot Games se está tomando muy en serio el demostrar que su nueva asociación de jugadores, anunciada a principios de mes, a pesar de estar controlada inicialmente por la propia compañía, tendrá la mayor autonomía posible. Esto incluye el reciente anuncio sobre el nuevo director de la asociación,  Hal Biagas, ex asesor general adjunto de la National Basketball Players Association, que estará a la cabeza de la nueva asociación de jugadores.

 

“Los esports, en términos de cómo se generan los ingresos y cómo los jugadores son compensados, encajan dentro del modelo de deportes más tradicionales“, comentaba Biagas a ESPN. «No creo que haya mucha diferencia con otros deportes en ese sentido. Creo que habrá algunos desafíos nuevos y diferentes, como ocurre con cualquier empresa nueva donde siempre hay que abordar desafíos imprevistos. Pero no creo que sea algo para lo que ni yo ni los jugadores no estemos preparados y podamos superar con facilidad «.

 

Biagas es un veterano con 13 años de experiencia trabajando en la NBPA, y fue contactado por Riot para participar en el summit de jugadores de NALCS, junto con otros dos candidatos. Aunque es nuevo en esports, admitió a ESPN que “he pasado bastante tiempo preparándome”, y es muy consciente del interés general, especialmente de la NBA, en la industria de los esports.

 

El nombramiento de Biagas viene acompañado de unas declaraciones hechas a Dot Esports por Chris Hopper, gerente senior de operaciones de la liga de Riot, separando aún más la compañía de la asociación de jugadores. Riot quiere que todo el mundo sepa que considera que la asociación de jugadores es necesaria para evolucionar su liga y la falta de organización por parte de los jugadores para crear su propia asociación no ha pasado desapercibida.

 

“Nos estamos adelantado porque creemos que es lo que debemos hacer desde nuestro lado“, dijo Hopper. «Queremos darle a los jugadores voz y queremos asegurar que los problemas de los jugadores sean atendidos rápida y eficazmente. Creemos que una asociación de jugadores es la mejor manera de lograr este objetivo”

 

Aparentemente, sus afirmaciones son coherentes. Riot sostiene que, aunque fue ella quien seleccionó a los tres candidatos para dirigir la asociación, no habría habido problema en que los jugadores hubiesen decidido ir en otra dirección, o incluso manejar el nombramiento por sí mismos.

 

Callum Leslie, de Dot Esports, indaga aún más: «Según Hopper, Riot se alejará de la asociación de jugadores si éstos están dispuestos a asumir el control. Riot cree que el poder de los jugadores para llevar la dirección ellos mismos elimina cualquier potencial tipo de conflicto. Si los jugadores creen que Riot puede llegar a usar los fondos de la asociación de jugadores para tener poder sobre ellos, los jugadores tan solo tiene que pedir Riot que no los usen y ser autónomos «.

 

Por supuesto, esto no es tan simple. Aunque Riot detalla su nueva estructura de liga como un sistema de tres vías entre ellos mismos, equipos y jugadores, estos últimos no tendrán voz a la hora de elegir qué equipos se unen al modelo de franquicia de la NALCS, algo que tampoco controlan los propios equipos. Esa decisión será de la propia de Riot, con la ayuda de una «tercera parte neutral» aún sin nombre.

 

Con este panorama, es difícil no recordar el debate que tuvo lugar el año pasado entre Riot y los propietarios de los equipos de la NALCS. Lo que empezó como un intento honesto por parte de los dueños de los equipos de la NALCS de realizar cambios en la liga para mejorar aspectos financieros y de sostenibilidad, terminó en discusión y con amenazas por parte de Riot hacia los equipos, con el riesgo para estos de perder su plaza. Sin duda, este hecho ha influido en cómo es percibido este movimiento por parte de Riot a la hora de acercarse a los equipos en esta nueva estructura de liga, y si bien puede ser cierto que el objetivo de Riot es que todos los integrantes de la competición tengan voz y voto, hay muchos aspectos que no se sabe aún cómo se abordarán hasta que se empiecen a desarrollar, un proceso que podría llevar meses.